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Su Alteza el Emir Sheik Aseff, la Gran Poronga del desierto | Tercera Parte.

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EL HAREM 

La poronga del Sheik  mide 35 centímetros.

Cuando me come la boca se le pone como un garrote.

Se le hinchan las venas azuladas y la cabeza  del tamaño de una manzana pequeña se le hace violácea.

Me daba miedo el solo pensar en tragármela.

Cuando  yo le pasaba  la lengua, Aseff  lloraba  y decía que me amaba.

John Holmes tenía la misma medida.

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La poronga del Sheik mide 35 centímetros. John Holmes tenía la misma medida.

 

Y acá, a pocos minutos de mi campo, en Palos Verdes, tengo un  amigote Daniel, al que le dicen “manguera”.

Alto, la pija  le llega hasta casi las rodillas.
Muchos lo conocen. Es heterosexual.

Tal vez Fernando River, que ha ido, sepa quién es,  y de cuenta de que estas porongas existen.

Los servicios del Sheik saben desde ya que soy amigo de “manguera”, y me controlan.

Este verano, mientras  preparaba un ganbang para mi amigarche la bellísima Sandra, recurriendo a los solos que concurren en busca de concha fácil, aparecieron dos botellas heladas de Baron B con una gruesa de forros y la siguiente leyenda:

سنهتم سيدي(1)

Quedé como el conde que soy  con mis fiesteros bi, y nunca supe cual de los 200 visitantes en pelotas de ese día,  fue el  del regalo y la misiva.

Ya entendí que puede ser cualquiera. Desde un niño pidiendo en la calle cuando ando por el microcentro hasta el taxista.

Nunca sabré si me cuidan o me vigilan. Pero van a donde estoy, especialmente si hay tetera.

Una mañana de febrero de 1991 desperté con el llamado al Salahat.

Su Alteza ya no estaba.

En las aguas a mi alrededor no había tiburones.
Solo peces multicolores en grandes cardúmenes.

(Cambiaban la fauna ictícola durante la noche y colocaban diferentes especies como cambiaban los adornos florales)

Abdulá asistió a  mi baño y me preparó el desayuno sonriente mientras mis valets me  enjabonaban.

– “El Comendador de los creyentes le pide mil perdones Sayidi “(2)
– ¿Dónde está,  Abdulá?
– “La guerra terminó mi Señor, Su alteza debe velar por el posible incendio de los pozos de petróleo del Emirato. En estos momentos vuela a Bagdag

Pensé que  podría haberme llevado.

“No puede salir a la superficie Sayidi
Usted es un huésped de máxima seguridad para el Emirato. Debe permanecer en el bunker. Estoy a su disposición”.

Desayuné silencioso. Mastiqué mi  cautiverio.
Recorrí las salas plenas de obras magnificas.

Visité la biblioteca exuberante, los distintos jardines interiores: Orquídeas, flores aromáticas, arbustos  selváticos, plantas carnívoras …

Abdulá me seguía como un perro  por los largos pasillos laberínticos hasta que giré y avancé por uno espejado incluyendo el piso y el cielorraso de donde pendían pequeñas arañas de oro que multiplicaban la luz eternamente.

Miré al piso y vi mis huevos bajo la túnica.

Mire al techo y vi mi cuerpo replicado hacia abajo hasta el infinito

Abdulá y yo.

Yo  loco de  curiosidad y rabia.

Él tratando de  distraerme.

Yo, como una bestia atrapada  por los corredores sin saber qué buscaba.

El corazón galopando me indicaba un camino.

Llegué a una gran puerta tapizada con piel de tigre y picaportes de ébano.

Miré a Abdulá y le ordené que  abriera.

Quiso darme una excusa pero me puse firme.

Apareció la luz del día en un jardín gigantesco con pájaros multicolores revoloteando.

Mariposas e insectos entre helechos y flores alrededor de las fuentes otorgaban la paz con el sonido del agua.

Rodeando las piscinas de lapislázuli había altas columnas de la misma piedra con incrustaciones y detalles de metales preciosos,  con  aguamarinas engarzadas,  transformándolo todo  en un sensual  templo.

Era un profundo Edén azul por donde el sol se colaba  y subían eróticas enredaderas.

Arriba los cuartos con balcones  desbordando  flores, y  mucho mas  arriba, como a   cinco pisos de un edificio de los nuestros,  se veían soldados patrullar  al calor del desierto, mirando cada tanto hacia el interior del foso fresco donde nos encontrábamos.

Sirvientes con el rostro cubierto   llevaban  bandejas con bebidas  ante la solicitud de los habitantes de aquella particular ciudadela.

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Y distribuidos plácidos por todos los lugares, nadando, tomando masajes acá,

allá en duchas o en baños de vapor separados del jardín por puertas transparentes,

ahí en maquinas de musculación,

en cintas trotando,

o en camas solares,

estaban  cien  jóvenes de todas las etnias de alrededor de 20 años:

Arios, asiáticos, albinos, negros, rubios, pelirrojos, castaños.

Acaso uno de cada color, de cada región del mundo:

Todos en pelotas, con pijas de todos los tamaños, pero todos, sin excepción, con los culos mas envidiables que he podido apreciar en mi vida.

Se volvieron a nosotros, se volvieron a mí.

Se hicieron comentarios entre ellos.

Algunos rieron, muchos se pusieron a mariconear, otros se pajearon en mi presencia.

Me provocaron (sabían quien era yo).

Alguno,  burlándose,  se inclinó para mostrarme la flor del orto.

Un hermoso mohicano del Hudson, de pija larga y fina pero cabezona,  se puso a mear junto a un árbol para que yo lo observara.

– Este es el harem …-dijo Abdulá cabizbajo-no quería que lo descubriera…mi Lord. Sígame.

Abdulá me llevó a una habitación en cuyas vitrinas había abridores de ojete de todos los tamaños.

-“La condición para formar parte del  harem, mi Señor, es que al llegar comiencen el entrenamiento  preparando su esfínter anal para  recibir los atributos del Emir de los Creyentes.

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Para eso están acá y son reclutados de todas partes del mundo”.

Sufrí de dolor y de deseo.

Los celos me mordieron el alma.

-“Quiero humildemente recomendarle que comience usted su entrenamiento…

-Su Alteza el Sheik se ha enamorado de Ud., Sayidi…
-Le ruego sea consecuente…

-Todos sus cercanos apostamos a que usted, mi Señor, sea el elegido para acompañar a nuestro líder en sus noches…

-Es un hombre  que está muy solo. Le suplico acepte mi propuesta.
Mi pueblo le estará por siempre agradecido”.

Durante tres días y noches no pude dormir afiebrado. Me hice como cinco pajas por día.
Al llegar al cuarto tome una decisión.

Quizás  la más importante de mi vida.

Continuará…

 

 

1) En árabe: Nos ocupamos del señor.

2) Sayidi: Mi señor.

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