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Una pija como de caballo (Parte 2)

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Sarah Ferguson

Cuando Sarah anda en tetas a los muchachos se les pone gomosa…

Cuando mi amiga la Duquesa de York me visita,  la peonada tiene  prohibido  andar en pelotas cerca de la casa principal, al igual que cuando Nambadi,  mi hija,  vuela de San Pablo para que mis nietas estén conmigo.

Lo que pasa en el campo es cosa de hombres.

Pero Sarah (Ferguson), la hija de Susan Barrantes, anda en tetas, entonces algunos de mis muchachos, mamíferos al fin,  se emocionan.

Por lo tanto,  la reciben como a la reina que podría haber sido porque su arribo implica que yo los convide con variedad de carne.

Pues, para consuelo de la mayoría,  les contrato un par de putas.

Acto que  tiende a conservar el equilibrio inestable  entre el  duro trabajo rural y la producción excesiva de testosterona.

Emergencia que suele  atenderse   entre nosotros,  pero que no obstante se alborota por demás ante presencias extraordinarias como la de mi desinhibida Duquesa.

Así suspendo  mis incursiones nocturnas a la cuadra, y dejo de llevarme a uno o a dos a mi zona privada, cuando otras veces  me invitan a quedarme y la cosa se vuelve colectiva.

Ante estas visitas femeninas personales los dejo libres, de modo que retocen, o no,  a voluntad entre tetas alquiladas para mamar, hacerse turcas y penetrar conchas; tan acostumbrados únicamente a nuestros culos peludos y a chuparnos entre todos las pijas.

Entonces  me vuelco al mundano chismorrear de mi querida amiga que me hace cagar de la risa contándome por ejemplo que el último Secreto de Estado es el grano en el orto de  Felipe de Edimburgo, mientras S.A.R  Su Alteza Real, (trato que ya no le prodigan en palacio),  no debe ser interrumpida con esas nimiedades cuando ve telenovelas.

peonada

Mis chicos

Debo  reconocer que mis muchachos se ubican y tratan tanto a Sarah como a mi hija y nietas con la hospitalidad y gentileza de caballeros  que espero sostengan lejos de nuestras orgías, pues además, la mesa se comparte tanto como nuestros cuerpos, y he pretendido siempre que ocupen el lugar de familia.

Familia que por ley de la  vida ya no tengo cotidianamente  como a ellos.

Cuando llegué con Julián aquel mediodía lo recibieron  en pelotas como nos es propio.

Una fiesta a nuestro modo, dedicada al nuevo integrante de la cuadra.

Le dieron la bienvenida, alborozados. Se presentaron uno a uno. Lo invitaron a desnudarse, fueron amigables, y ante la negativa del pibito,  hicieron la suya:

En bolas comieron. En bolas jugaron a la pelota. En bolas se arrojaron a la piscina y con las vergas morcillonas o duras  bromearon  toqueteándose  como siempre, mientras corría el mejor vino y el pobre Julián azorado solo se quitó la camisa.

Asumo que no huyó despavorido por la abundancia y variedad de alimentos y bebida.

Yo permanecí con una toalla en la cintura que solo me quité un par de veces para arrojarme a la pileta.

Entonces escuché al turro de Silvano,  mi atrevido capataz:

 -¿Viste que hermoso culo tiene el patrón?

Antes del almuerzo cuando  había acompañado al pibe a las duchas había vuelto  con la noticia:

 -Patrón este gurí tiene la pija de un caballo

Julian Ben Hur

 

-No me lo asustes Silvano, es muy nuevito…– Le había advertido.

Pero Silvano se fue a tramar una de las suyas.

Relacionado: Conociendo al gaucho Silvano

Fergie llegó esa misma  noche.

Me trajo noticias de Buckingham.

Cenamos frugalmente y cansada se retiró a las habitaciones de arriba.

Me despertó la tormenta.

Cuando tocaron la puerta principal  pensé que se habrían escapado asustados los potrillos y había que dar instrucciones.

Julian Ben Hur pasado por agua y temblando;  iluminado por un rayo y parado en la puerta, parecía un fantasma.

-Yo me voy Patrón.

Lo cubrí con una manta.

Tenía los labios azules.

peonada

La peonada duerme luego de una “fiesta” como las que suelen hacer…

Sus ojos verdes inyectados eran   luciérnagas encandiladas por el fuego.

Se había quedado afuera, bajo la lluvia, mientras los otros se garchaban entre sí como salvajes, no pudiendo esperar las putas que vendrían al otro día.

Llené la bañera  y lo hice sumergir vestido, mientras lloraba como un niño dentro del agua.

Julián tenía una pena ancestral.

El  dolor del abandono que alguna vez  yo había conocido.

 

Me desnudé y entrando en la gran bañera caliente fui quitándole  la ropa mojada.

Lo froté suavemente  como la vieja Inani lo había hecho alguna vez conmigo allá lejos, en África, en aquel  río y ante aquella  profunda tristeza mía.

Fui otra vez un Sangoma, un sanador espiritual.

Lo abracé mientras  frente a frente le enjabonaba la espalda.

La desnudez del pibe no fue más que el  continuar de su  alma desnuda envuelta por la desnudez de mi cuerpo portador de otra alma,  acaso contenedora por más sabia.

Nos dimos calor y  entrelazados en mi cama  le canté susurrando aquella  vieja canción:

La  canción de cuna zulú donde la luna es un león blanco  y su amante es  el río.

Nuestras vergas duras se interpusieron.

La de él subía mucho más arriba de nuestros ombligos, entonces se la acomodé entre mis piernas.

No siempre las chotas se ponen duras por morbo o para descargar  guasca.

Somos varones.

El amor también se manifiesta parándosenos la pija.

Entonces vinieron los besos y las caricias se transformaron en brazadas para  hundirnos en nuestro deseo.

Me di vuelta versátil. Me pareció lo oportuno.

Julián me la puso en una cogida desesperada.

La cogida torpe del que nunca antes  había penetrado otro cuerpo.

Suspiró.

Sentí que para él enterrarla fue alcanzar una cima.

Julián se liberó en  feroces  embestidas que yo guié con mi  orto experto en recibir enormes pijas.

Aporté el movimiento exacto para que se sintiera pleno.

La postura correcta para que llegara bien adentro de mí, como voluptuoso anhelaba.

Y se vació  completo y sin medirse.

Me llenó una y otra vez en el mismo acto y sin sacarla, descerrajado pero en silencio, copioso, abundante y bello.

Se durmió abrazándome.

Yo rodeándolo con mis piernas.

Él con su boca en la mía.

Arriba descansaba la Duquesa de York y  con el cielo ya despejado,  una estrella azul entró por la ventana.

-Omari, amor mío, qué hago ahora con esto…  Aun te amo.

 

Continuará…

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