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Manoseada colectiva en el Sarmiento. Mi adiós al Fonobus.

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moreno-once

Viajo desde zona oeste hacia el Microcentro al trabajo todos los días, y hace un tiempo un flaco por twitter con el que hablamos a veces de teteras y manoseadas en el subte me comentó sobre la segunda puerta del primer vagón del tren Sarmiento.

En un principio dudé, la verdad que el tren siempre es mi última opción, prefiero la combi o el auto, pero haciendo caso a mi sabio consejero me aventuré en esa puerta. En un principio no me gustó nada, la primer puerta de ese vagón es la parte del “furgón” donde viaja un sinnúmero de personajes que considero no vale la pena describir, por tanto no le tenía mucha fe a la segunda puerta que tanto me habían promocionado. Mi sorpresa fue mayor cuando esperando el tren junto a mí veo un chico rubiecito, con pantalón de vestir negro y camisa blanca que en cuanto entró al vagón detrás mío, y sin que yo lo esperara me apoyó en la mano (que estaba sosteniendo mi bolso “casualmente” para luego acomodarse frente a algún bulto que me interesara) una pija ya dura que se tiraba para la derecha.

Sin dudar un solo segundo tiré la mano para adelante, y respondió empujando un poco hacia mí y haciendo latir esa bestia que tenía en los pantalones.

El muchacho realmente es muy lindo, debe rondar los 25, rubio, de ojos verdes, medirá aproximadamente 1,70 y se ve a simple vista que abajo de esa camisa hay un cuerpito bien marcado. Por mi parte tengo 25 años, soy un poco más alto, mido 1,80, una piel bastante pálida, el pelo castaño oscuro y ojos verdes bastante llamativos según me han dicho. Físicamente soy grandote y un poco rellenito, pero nada que me haya impedido levantarme a quien me propusiera. Imaginen que a esta altura, un chongo de ese tipo con terrible vergón al alcance de mi mano era más de lo que podía esperar en mi primer aventura en ese tren.

Mi sorpresa de todas formas no había llegado aún. El tren no estaba muy lleno, por tanto, más que un par de roces no podíamos hacer nada. Todo cambió cuando llegamos a la estación Morón, donde el aluvión de gente entrando desenfrenadamente nos tiró contra un costado, dejándonos justo contra el caño que da acceso al pasillo. Aprovechamos que ahora sí estábamos apretados y empezamos a mandarnos mano.

La pija no se me había parado del todo, debo admitir que estaba algo nervioso aún cuando en el subte manoteo bastante seguido, pero si había algo que notaba era que mi pija estaba toda mojada (siempre largo mucho líquido preseminal).

En el vaivén del movimiento del tren, decido bajarle la bragueta al muchacho y él, todo un caballero, saca esa verga del bóxer y lo acomoda abajo de las bolas, para que pudiera deleitarme tocándole ese tronco bien duro que tenía.

La cosa iba genial hasta que de repente sentí que algo tocaba mi mano (que a estas alturas ya quería quedarse a vivir adentro de ese pantalón). En principio creí que era él dándome a entender que quizás estaba siendo algo alevoso, pero luego constaté que con una mano me estaba tocando la pija a mí, y con la otra estaba tocando a un flaquito al lado. Esa mano que sentí era del flaco.

Cuando este muchacho se dió cuenta que ese lugar estaba ocupado, me miró y sonriendo se arrimó un poco más para manotearme la verga a mí.

Estuvimos tocándonos la pija con el rubio hasta que tuvo que bajar en Liniers. Por suerte mi nuevo compañero se quedó hasta Caballito.

Este chiquito era de contextura mas chica, pero mas o menos de mi altura, ojos grandes azules y llevaba puesta una capucha. Cuando se la sacó vi que tenía rapado los costados y más largo arriba atado con una colita pequeña, mucha onda.

El muchacho tenía un porongón también, así que aproveche a mandar mano a lo loco, nos quedaba un largo trecho. Aparentemente habré hecho algo muy bien porque tenía no solo la verga toda húmeda, sino que aprovechó a pasarme su teléfono mostrándomelo desde su teléfono con disimulo. Martín se llama. Estuvimos hablando, a veces coordinamos cuando estamos en el tren, y hasta hablamos del rubio ya que nos encantó esa vergota.

Desde entonces, decidí dejar de ser un cliente frecuente de la empresa de combis Fonobus, y arranqué a pleno con el Sarmiento, medio de transporte que me ha llegado a regalar hasta cinco manoteadas en un solo viaje, pero eso quedará para el próximo relato.

Muchas gracias por compartir. Estamos en contacto.

Pablo.

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