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Naked party en San Salvador de Jujuy | Cogedero Top

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TulipanLa semana pasada estuve en San Salvador de Jujuy por laburo, cuando viajo por estos menesteres me quedan siempre algunos baches en blanco donde no da para hacer nada, muchas veces me quedo en el hotel durmiendo, porque cuando no estoy en Buenos Aires duermo como una marmota.

Esta vez me había tocado estar con otro flaco de Córdoba donde en cuanto nos conocimos y nos miramos advertimos que había onda… No sabia muy bien para qué, pero al final terminamos en un revolcón donde me terminó chupando la pija.

Bueno, esta vez no me había salido mal lo de preguntar si me querían cojer en un punto culminante de una buena mamada, un buen rato después de una apasionada estimulación de la pija y antes de cualquier posible o inevitable acabada.

El flaco en cuestión que se llama Fernando y que es fiel lector del blog, me lo confesó luego cuando estábamos comiendo, que no me quedara con lo que veía de San Salvador, que si uno da una primera mirada, da para un lugar pacifico para pasar al menos dos días… En el tercero queres matarte, porque no pasa nada, todos parecen apunados y tienen una sonrisa pasiva grabada en el rostro.

El pibe me lleva a un lugar que el había conocido en otro viaje, que en la puerta no dice nada, al que tenes que llegar con alguien que te lleve, y que se revela una vez que atravesas el portal. Era una spa, un sauna o un cogedero! BUENISIMO

Recorrí el lugar, con mi nuevo amigo, con el que ya no encontrábamos en bolas en una “Naked Party”, (fiesta nudista) anunciada. (lo hacen de boca en boca, literalmente)

Pagué lo que costaba la entrada, $600 que daban derecho a tres consumiciones, algunos bocados para comer y me aventuré en las entrañas de este, para mi, nuevo local, que no resultó ser tan nuevo en tanto que compartía toda la zona de cruising con el sex shop, ¡Si! El mismo estaba en el mismo sauna y podías comprar y utilizarlo en el lugar! Este lugar estaba mejor que los que habia visto en Buenos Aires, la estética era muy parecida al Markus Spa, pero acá nadie andaba careteando. Y ahí dentro había mucha argolla de oro en los dedos, jueces, terratenientes, y gente de la High de Jujuy y Salta (los salteños están re buenos!!).

Objetivamente había muchísima gente, aunque sí bastante para sentirte un poco acompañado,  daba como para sentirte en una fiesta.
Y entre la que había, tanto jóvenes de buen cuerpo, que a veces parece que sean los únicos que se animen a acudir a este tipo de fiestas, como no tan jóvenes y con cuerpos normales, cosa que particularmente me es muy de agradecer, pues no me siento tan extraño.

Al poco de entrar y pedir mi primera cerveza pude disfrutar durante un buen rato de una bella estampa.
En la sala del minicine, con sus sofas laterales y una gran cama en el centro de la sala, un flaco de mediana edad, tal vez en su cincuentena, de barriga cervecera, se estaba cepillando de lo lindo, sobre la mencionada cama, a otro tipo joven, treintañero tirando largo, delgado y más bien fibrado, el cual iba recibiendo buenas nalgadas en su terso y prieto trasero.

Un flaco también de mediana edad, regordete, otro joven ¡lindo! Entre 25/30 con aspecto de heterocurioso que ha dejado a la novia en el hotel para darse una escapada, otro sobre la cuarentena, mi amigo y yo, sentados equidistantes en los sofás, en bolas y con nuestras respectivas bebidas en la mano disfrutábamos a la luz de la pantalla de aquel hermoso espectáculo en tres dimensiones que parecía haber salido de la pantalla.
Nadie se atrevía a intervenir, tal vez, y seguramente no por falta de ganas, porque los protagonistas no hacían ninguna señal de complicidad con sus ocasionales espectadores, ni muestras algunas de invitación a la escena, pero lo que si se notaba era nuestra calentura en la erección de nuestras vergas

Estaban plenamente inmersos en disfrutar de su momento. Y les gustaba que los miráramos.

Al cabo de un rato, bien calientes y cuando ya se había acabado la lasciva exhibición, agarré por banda a un tipo regordete, agenciándomelo durante un buen rato.
Allí, justo al comienzo del pasillo junto a la sala del minicine, lugar de paso, comencé con una suave comida de pezones que él mismo redirigió enseguida hacia otros rincones más bajos, carnosos y duros.

Tenía una buena verga, de buen calibre, al límite por exceso de lo conveniente para desear ser garchado, así que me esmeré en la mamada, durante mucho rato,  sin pretender incitarlo a actos mayores.

Finalmente, no pudiendo más y avisándome derramó su leche espesa sobre el lado izquierdo de mi hombro.

Después de recomponerme un poco, me senté en uno de los sofás del minicine, en ese momento vacío, excepto del tipo joven con pinta de hetero de 25/30 años que comentaba antes, que estaba sentado justo en el sofá opuesto al mío, en el otro extremo de la sala.

Me miraba con insistencia, pero ese era la única aparente señal de interés. No hacía más gestos.
Yo, al menos, me iba toqueteando el culo mientras también me lo miraba con interés.
No hubiera sido yo, si hubiera cruzado toda la sala, sentado a su lado y comenzar a sobarle, así que, para probar si tenía alguna intención conmigo, me levanté despacio y sin desviar mucho la mirada con él, me adentré de nuevo al pasillo donde antes había estado con el otro flaco, y como sitio de paso, había constatado que se había cruzado varias veces con nosotros y observado.

Sin embargo, este, después de disfrutar de su deliciosa pija, se dió la vuelta, ya apoyando los brazos contra la pared, y sacando su culito en pompa, me lo ofreció.
Este, chiquito y redondo, estaba en armonía con su delgado cuerpo, y entraba en la categoría de mis culos predilectos, y por tanto, comestible.
Faltaba saber si estaba limpio, pero eso lo averigüe pronto, en cuanto me dispuse a empernarlo.

Al cabo de un rato de deleitarme con tal exquisito manjar, no sé si bien porque le daba apuro fastidiar el paso a los que querían pasar a la sala del minicine, pues estábamos junto en medio, o se sentía incómodo con su postura, se irguió y me tomó del brazo para que lo siguiera.

Pasamos a la salita de proyecciones y él se subió a la cama del medio, se dispuso a cuatro patas, con el culo en pompa de nuevo hacia mi, que estaba de pie, para que se lo siguiera comiendo, si bien para ambos, más cómodamente.

Aunque disponía de condones, metidos en una riñonera, que era mi única vestimenta, no quería garcharlo
Y no tanto porque no me gustara, hay días que simplemente no tengo ganas de ponerla, ese día en particular estaba más para observar.

Tampoco, a pesar de la posición explicita y sugerente, el muchacho no hacía ninguna indicación para que me lo cogiera hasta que me di cuenta que quería que lo “deseara”. Así que, mientras así fuera, decidí alternar comida con inspecciones táctiles, que acabaron siendo una cogida a dos dedos en toda regla, hasta que el buen mozo desparramó toda su leche sobre la colchoneta.

Después de eso, cada uno nos fuimos por su lado.
Yo me fui a pedir una cerveza, la segunda que entraba en el precio de la entrada.
Necesitaba recuperar líquidos después de las dos mamadas y la comida de culo, y descansar un rato en cómoda posición, en uno de los sofás.

Y él apareció de nuevo, porrón en mano, y acercándose a mí, me ofreció un cubito de hielo.

– ¿Para que coño me da un cubito de hielo este flaco?- me pregunté, mientras obtenía rápidamente la respuesta.

Nada más agarrarlo, el pibe se dispuso de nuevo en la misma postura sobre la cama, ofreciéndome de nuevo su precioso culo.

– ¿¡Pues será que quiere que se lo meta!?, -pensé.

Tomé entre mis dedos el resbaladizo y helado cubito y comencé a pasárselo suavemente por el ojete, para que se acostumbrara.

Recuerdo una vez, en una sesión bdsm, como juguetearon conmigo con un hielo, metiéndomelo por el culo, así como la sensación de sorpresa, que pasaba al frío, del frío al helor, y del helor al dolor.

Cuando tocó el momento de introducírselo, me hizo un gesto con la mano para evitarlo. Debía saber lo que sentiría.
Se incorporó y esta vez se sentó en el sofá recostándose y echando la cabeza hacia atrás.
Yo, con el hielo en la mano, me senté junto a él y empecé a acariciarle con el gélido elemento, primero la aureola de los pezones, luego estos mismos, para pasar a trazar enigmáticos dibujos sobre la suave piel de su pecho y reacabar su abdomen hasta el escaso pelo de su pubis, huevos y pija.
Le acaricié las mejillas, los párpados y los labios mientras tanto él como el hielo se me iba deshaciendo entre los dedos.
Largamente tonteamos.
El juego duró lo que tardó en fundirse el hielo en agua, por el calor ambiental y el ardor de su cuerpo.

El se fué bien fresquito, y yo me refresqué con la cerveza que aún me quedaba.
Aproveché para acabar de descubrir el local, pues me parecía que me había dejado por explorar alguna zona.

El club tenía un conjunto de pequeñas salas, estas no compartidas con el sexshop, con su sling, sus camas, iluminadas a la luz de las velas, que se me había pasado por alto. Algunos lugares tenían fragancia a limón y otros a vainilla.

Allí me encontré, aún a esas horas ya de la noche cuando el local estaba casi vacío, a un par de flacos dándose por todos lados.

O más bien, uno comiéndole la pija al otro como si le fuera la vida en ello. Mientras el tercero pasaba los dedos por todos los agujeros que pudiera. El pasivo, el que se la devoraba era mi amigo/cumpa de laburo, que aún seguía ahí, al que no veía desde la entrada.

Pero el tragón no se quedó con hambre, pues fue verme y sin ni siquiera incorporarse, se avalanzó sobre mi pija para no perder bocado, ni darme oportunidad de escapar. Y me la comió.

Con una avidez realmente inusual comenzó una frenética mamada que finalmente tuve que interrumpir pues pensaba que me iba a dejar seco para el resto de la noche. Y no era el plan. El siguió con sus amigos.

Un poquito más tarde, me lo encontré en aquella misma zona, tumbado boca arriba en una de las colchonetas.
Me acerqué y ahora fui yo quién tomó la iniciativa de cojerle la boca, y el quedarse más pasivo y receptivo.
Esta vez, minutos más tarde, fue él quién me pidió una tregua.
Nos reímos.

Por las pocas palabras que intercambiamos acordamos ir a cenar y terminar lo que teníamos que terminar en el hotel que compartíamos..

Eran casi las tres y decidí perdonar la última cerveza que entraba gratis con la entrada.
No obstante, fuimos a cenar, luego al hotel y garchamos como si esa tarde no hubiera existido, pero el dolor de pija acusaba que esa tarde habia existido. Lo loco es que en Jujuy hay un lugar súper selecto que no tiene nada que envidiarle a algunos lugares de Europa.

 

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