Video-cabinas | Talcahuano 970 – local 253 | Sebax |
El viernes pasado fui a las video-cabinas de Marcelo T. y Talcahuano, hace rato que no leía algo sobre este lugar, así que pensé que quizás estaba cerrado, pero no: funciona con normalidad.
Si entran a la galería por Talcahuano, el sex shop queda del lado izquierdo a mitad de pasillo. Si ingresan por Marcelo T, tienen que ir hasta el final del pasillo y girar a la izquierda. Al local se entra directamente, no tenés que tocar timbre y esperar en la puerta como un boludo como pasa en otros locales similares. El chabón que atiende es grandote, serio, pero buena onda.
Apenas entré le pregunté si seguían funcionando las cabinas, me dijo que sí, y le pedí una por media hora. Me dijo que sale $30 e incluye dos películas a elección. Hay una gran colección de pornografía, toda acomodada por géneros, le pregunté donde estaban las de gang bang, me señaló la hilera y agarré dos: una al azar y otra que ya me había bajado por internet pero deseaba volver a ver, acto seguido el chabón me hizo entrega del control remoto del DVD (la tele se prende manualmente) y de un par de servilletas de papel que cortó de un rollo de cocina que tiene sobre el mostrador, bajé por la escalera y me dirigí a mi cabina.
Talcahuano 970 local 253 ayer fui elegí peli, y en la cabina 5 había un pibe con cara de nene, (estudiante re caliente de la UCES, van muchos de esa facu y del Salvador, que quedan cerca) con la puerta abierta entre y me la mamo toda hasta acabar y se trago la leche. Es tetera mal… Muy buena onda con el dueño –dice Marcelo.
En el subsuelo hay cinco cabinas: la 1 es mediana con puerta que abre hacia afuera, la 2, 3 y 4 son más chicas y tienen puerta corrediza, y la 5 es la más espaciosa de todas y su puerta abre hacia adentro, todas estaban vacías, la mía era la 5. Entré, dejé la mochila a un costado, encendí la tele y el DVD, puse una de las dos pelis, me senté en la silla y pelé la chota. El lugar es limpio. hay un tacho de basura con bolsa de residuo y tanto la tele como el DVD son medianamente nuevos. La pared está llena de marcas de leche, lo cual no me jode ya que entiendo que no pueden andar pintando cada vez que a un pelotudo se le ocurre acabar contra la pared (y en el fondo también está bueno ver los rastros dejados por otros pajeros).
Me empecé a pajear tranqui, dejando la puerta entreabierta por si bajada algún compañero y quería pispear. Soy hetero pero en tiempos de escasez de concha me va lo que venga.
Luego de dos o tres minutos escucho que alguien baja y ocupa la primera cabina, nunca pude verlo porque hasta que me fui estuvo siempre con la puerta cerrada, me seguí pajeando y quince o veinte minutos más tarde bajó otro chabón y entró a la cabina número cuatro, justo al lado de la mía, tardó bastante en acomodarse (se ve que no encontraba el botón para prender la tele) y luego de un rato decidí ir a visitarlo.
Para mi suerte también había dejado la puerta un poco abierta. era un hombre de 35-40 años, pelado, vestido de ropa informal, pesado (no de gordo sino de hacer fierros), con una pija normal, un poco más chica que la mía.
Yo soy un hombre de 28, flaco (no por no comer sino por no hacer fierros), con una garcha de 17cm. me quedé un rato jalándomela en la puerta de su cabina, mirando como se masturbaba con la película (un trío de una mina con dos tipos). Cuando me ve, continuó con la masturbación, pero esta vez sin despegar los ojos de mi pija, estuvimos como dos o tres minutos con este cruce de miradas hasta que el muchacho me invitó a pasar, una vez dentro, automáticamente cada uno tomó la pija del otro, pajeándonos mutuamente, tratando de copiar el mismo ritmo.
En un momento me hizo señas para que se la chupara, pero no quise, preferí seguir con la cruzada, entonces él, viendo que ya me faltaba poco para acabar, decidió bajar y meterse mi chota en su boca, no fue un gran pete, pero tampoco estuvo mal. Hacía rato que no me la chupaba un hombre. Cuando llegó el momento de acabar, yo había dejado las servilletas en mi cabina, así que él me prestó las que le habían dado a él, largué los pibes, me sequé la cabeza de precum, regresé a mi cabina, saqué la peli que seguía mostrando sexo, agarré las cosas, le di mis servilletas a mi vecino, lo saludé con una palmadita en el hombro, subí, devolví lo que no era mío, pagué lo que debía y salí a la calle, contento, feliz, porque quien se cruzara conmigo en ese momento, jamás se imaginaría que segundos antes otro chabón me acababa de masturbar en un subsuelo de Buenos Aires.
Sebax
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