Qué recuerdos. Qué calurosa esa noche. Inolvidable. Salí de la casa de mi abuela muy tarde, como a las 23 hs y me mandé al centro del pueblo. Ni pedía permiso, sólo decía que salía, además estaba vacacionando. Qué lindos flacos había, disimuladamente miraba. Un año antes estuve en el pueblo y había histeriqueado con un chango (como se dice allá) pero no pasó nada. No se dio. Un rato después veo que este chango se acercó al banco donde yo estaba sentado y me saludó. Traía cinco amigos. Estaban vestidos son shorts negros, venían de un partidito de fútbol del club local. Los saludé dándole la mano y éste me preguntó si quería coger con él y sus amigos. Este es el porteño del que les conté, changos.- dijo Néstor, mi conocido. Inmediatamente veo la manera que me mira uno de los changos, un morocho con una boca y labios carnosos, con una cara de libidinoso! Era más chico que yo! Adolescentes todos, entre 14 y 16 años. Yo tenía 16 recién cumplidos. Acepté por el morochito y empezamos a buscar un lugar, era tarde, como las 1 hs de la madrugada, los changos me miraban la cola (yo estaba con un short negro y remera azul), y venían detrás mío. Yo escuchaba que cuchicheaban “qué leche tengo, chango” escuché a uno decir. Dimos un par de vueltas hasta que la gente era cada vez menos, hasta quedarnos solos. Al costado del paso a nivel, de las barreras, el mercadito del pueblo fue el lugar elegido. De noche parecía abandonado. De un costado, el baño, que no tenía puertas y estaba abierto al público. Todo el lugar estaba a oscuras. Nos mandamos por atrás del mercado y nos sentamos en el pasto. Rápidamente pelaron pijas de varios tamaños, con pelos y sin pelos, huevones y no tanto, me resultó raro que no tuvieran pelos en el cuerpo salvo la zona de la chota. Se pajearon conmigo, teníamos que hacer todo sin vueltas por si alguien venía o pasaba por el lugar. Me obligaron a chuparles las pijas de a una y tres de ellos acabaron al toque en el pasto y salieron disparando al baño. Dos quedaron de campana en la oscuridad pero seguían pajeándose, yo quedé solo con el morocho y ahí aproveché. Un poco más alto que yo, de 170 mts, cuerpo bien formado, lampiño, pelo bien corto renegrido, ojos verdes. Así es él. Me arrinconó contra la pared. Qué puto! Mi amor, te culeo todo!- me dijo el morochazo, y ahí nomás caí de rodillas y me le prendí de la verga peluda, chupándosela con gusto, el olor a transpiración de ese pibe hasta el día de hoy me excita, era tan sabrosa esa chota adolescente, es un momento que quedó detenido para siempre en mi memoria. Se sacó la remera anaranjada y me culeó la boca con una cancha que no volví a experimentar. Yo quedé en bolas, él también, de lejos escuchaba a los amigos que murmuraban, me metió como dos dedos en el agujero todos llenos de su saliva, y yo caliente como estaba le pedí pija en el culo. Se sentó, le dije que me iba a sentar arriba, que estaba alzado y me entró de a poco, pobre pibe, no lo dejaba que se moviera, yo controlé toda la situación. Le di la espalda y él me decía “mi amor, que lindo como te culeo, te lleno de mi leche” y yo en más éxtasis me sentía teniendo ese pedazo de carne dentro de mi culo! Estuvo unos minutos dándome. Me acabo dentro y me mordió la espalda. Toda su leche se quedó dentro. Me dio una chupada de tetillas increíble. Me dijo que abriera la boca y me escupió dentro. Su saliva me excitó mucho más. La tragué toda y me pasé la lengua por mis labios carnosos. Vi su mirada caliente, de pendejo pajero. Estuvimos unos minutos más en bolas y veo que se le paró de vuelta, me mira y me hace señas con su cabeza señalándome su “amigo”. Qué gusto a leche la del chango, amarga! Mamé unos minutos y me puse en cuatro, me dio verga varios minutos mientras me masajeaba las “tetas”, como él me decía, “qué tetas, puto” y me entraba y salía la morcilla huevona que le colgaba abajo! Me bañó de leche todas las nalgas y acabó casi gritando, guasqueamos juntos (él segundos antes que yo) y como pude me limpié, nos vestimos y salimos de ahí!
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