Se instalaron 150 molinos de viento y hubo tanques para el suministro de agua potable.
Se construyeron baños comunitarios que reemplazaron los pozos cavados a diestra y siniestra para cagar a solas o en grupos.
Se colocaron higiénicas letrinas de losa, en un mismo lugar y con cisternas hacia pozos ciegos alejados de las napas y del río para evitar contaminación.
Tuvieron hospital, antibióticos y vacunas.
Se abrió una escuela donde se enseñó a escribir el Isizulu, se profundizó en el estudio de la música autóctona y los oficios tradicionales.
Hubo energía eléctrica aprovechando la fuerza de la cascada mayor sin necesidad de romper la estética del paisaje y con el financiamiento de los tres gobiernos limítrofes.
Una obra cercana a la tumba de Omari, amor mío.
Se hicieron duchas comunitarias, se usó la energía solar. Tuvieron agua caliente bajo las estrellas para cuando los espíritus helados salieran a recorrer la siembra.
Hubo semillas de buena genética para el ganado y para el cultivo.
Aprendieron a ensillar, a acopiar alimentos.
La caza y la pesca ya no fue el único recurso alimentario cotidiano.
En 30 años la expectativa de vida aumentó, y la mortalidad infantil fue desapareciendo.
Pero el progreso trajo otras plagas: desearon usar jeans y remeras como los jefes contratistas e ingenieros.
Prefirieron no andar descalzos y usaron zapatillas.
La noche del 22 de octubre de 1986 debimos acampar en el Timbanvati por la rotura del eje del camión que llevaba nuestra puesta en escena.
Nos alejamos del fuego y salimos a mear en la espesura.
El cuerpo degollado de una leona madre nos paralizó. La caza furtiva era otra epidemia.
Desde el pajonal, desesperado de hambre, su pequeño hijo blanco de impresionantes ojos azules nos reclamó.
Lo llamamos Umsizi (benefactor).
Amamantado por una perra de Rhodesia, se domesticó mimado por toda nuestra gente.
Umsizi fue el primer León blanco de una estirpe propia de la Gran Reserva Privada Ubhejani que desperdigó hijos por los zoológicos del mundo.
Su primera descendencia fue adquirida por Siegfried & Roy, quienes a partir de allí, se hicieron nuestros principales accionistas y promotores de la Reserva desde su show en Las Vegas.
Estábamos felices y emocionados con el cachorro que durmió acurrucado a mí, después de haberlo alimentado con una cucharita de madera.
Llevábamos leche en polvo además de la leche cargada en nuestros huevos.
Umsizi sería el hijo animal de Didimvu Umzalwane.
Los Dioses de la espesura nos sonrieron aquella noche y bendijeron así nuestra actuación.
Maximilian no fue solo un transformista. Fue una Emperatriz Zulú legendaria.
Cuando la vimos salir maquillada, enfundada en su malla que le daba curvas, tetas en forma de gota y un rostro exquisito de negra, se nos paró la pija.
Blanca la túnica transparente y su alto tocado. Sus joyas de jade cubrían la silueta de apariencia desnuda y femenina.
Entonces la Reina en celo comenzó a menearse al sonido de tambores y tubas mientras en off una voz masculina decía a los 1500 hombres en pelotas que Ella, excitada por el león blanco, mostraría como debía tenerse sexo ahora.
Los tres nativos mas vergudos la rodearon y la reina levantó el culo como una gran gata caliente, como una pantera negra que ahora los sometía antes que la empezaran a lamer rompiendo un forro con los dientes haciendo una barrera para el meato urinario de cada macho y comerse cada pija de costado, cada par de huevos chupando los cogotes de las porongas sin ponérselas completamente en la boca y lamiendo las cabezas color morcilla sin tocar fluidos.
Después de saborear esas vergas olorosas evitando mucosas, le puso un preservativo a cada uno y los hizo acabar con la boca mostrando la leche dentro de los forros a la cámara.
Llegó el turno del macho que estaba detrás chupándole el culo.
El negro rompió otro forro e hizo una barrera de látex que apoyó sobre los huevos trucados de Maximilian que simulaban labios de concha.
Comenzó a lamer esa concha y ella a retorcerse gimiendo.
El negro se puso el forro y la penetró salvaje por el orto para hacerla gritar.
Alto alarido que rebotó en cada chota y se trabó en cada garganta. Un grito de hembra felina saciada y desgarrada lanzó Maximilian.
La multitud de machos en pelotas y en penumbras era una sola piel de tentáculos envolventes, de protuberancias negras redondeadas y lustrosas, apenas iluminadas por la noche.
Un solo cuerpo monstruoso que se movía como lava caliente de burbujas enormes, burbujas de cabezas, hombros y ortos que se asomaban emitiendo vapor, el vapor que emanaba de la carne sudorosa contra la noche fría, entre aromas agrios y penetrantes.
Olores a pijas, a huevos, a ojetes deseosos y a fauces desesperadas.
En primer plano, una cámara proyectaba en pantalla gigante cada suceso del escenario mientras los Izingani emfuleni se desplazaban entre la multitud al palo e iban entregando forros indicando que atendieran las explicaciones de la voz en off y miraran la pantalla antes de actuar
Elevándome entre humaredas rituales con el pequeño León blanco en mis brazos y mi atuendo rojo de Sangoma decorado con pieles de leopardo ascendí con Fabrizio a mis pies, vestido de guerrero, ambos iluminados por el fuego.
Nuestras porongas enhiestas estaban calzadas en forros mientras la multitud al ver al pequeño león se arrodilló aclamando.
Cogimos frente a todos mientras el pueblo emocionado se unió en comunión y acabó junto con nosotros.
El olor a semen persistió en el aire durante días como si la selva entera se hubiera propuesto cambiar de perfume.
Años después, las generaciones que llegaron se volvieron mojigatas.
Los pibes se reunían en las letrinas esperando que alguien apareciera con ganas de guasquear.
Se miraban, se pajeaban, se ocultaban. A veces se tocaban las pijas o los culos. Apenas se besaban. No usaban forros frente a las campañas que fueron permanentes, pero tampoco se entregaban ni se cogían.
La pandemia Sida nos hizo retroceder. Ya no había miedo al contagio. Había miedo al contacto con personas.
Continuará…
La entrada Maximilian, la reina africana. Bendiciones en la espesura africana. aparece primero en Nosotros Y los Baños.